Continuamente estamos comunicándonos con las palabras, con los gestos, con el tono. Incluso cuando callamos puede que nuestra intención sea transmitir lo que pensamos acerca de una situación o sobre nuestro estado de ánimo.
¿Eres de los que piensan que hablando se entiende la gente o, por el contrario, piensas que hablando sólo se empeoran las cosas?
Detrás de lo que decimos se esconde una forma de pensar, una actitud ante la vida o ante los demás. Cuando nos expresamos, nuestro mensaje está vinculado a nuestras creencias, a nuestras normas internas o a nuestros principios. Por ello, la relación que mantenemos con otras personas nos puede producir satisfacción, incomodidad o nos puede devolver una imagen negativa de nosotros mismos.
En general, ¿te reprimes lo que piensas para evitar sentirte rechazado, acusas a otra persona de tu malestar, o expresas lo que sientes sin entrar a juzgar a la otra persona?
Es cierto que no siempre actuamos de la misma manera. No nos dirigimos igual a un familiar que a un amigo, a un alumno o a un desconocido. Pero, por lo general, tenemos una tendencia hacia un estilo comunicativo determinado. Este estilo se va moldeando con nuestras experiencias y con nuestra forma de interpretar la realidad. De ahí que, ante una misma situación, diferentes personas puedan hacer interpretaciones opuestas y, por ende, tener reacciones más agresivas o más calmadas. Si consideramos que el comportamiento de la otra persona nos supone una amenaza que no debemos permitir, inmediatamente se activarán nuestras alertas de defensa. Si, por el contrario, creemos que tenemos recursos suficientes para responder sin que haya perdedores nuestra actitud ante la situación será más relajada.
Entonces, ¿qué dice de nuestra forma de pensar nuestro comportamiento?
Las personas que actúan callándose lo que piensan o sienten, pidiendo perdón continuamente por las posibles molestias ocasionadas, poniéndose en segundo lugar, siendo excesivamente complacientes, fingiendo agrado, justificándose y reprimiendo sus frustraciones suelen tener este tipo de pensamientos:
“Cuanto mejor me porto, peor me tratan”
“Muchas veces hago cosas que no me apetecen para que nadie se sienta mal, ya que si digo que no pueden verme como una mala persona”
“Me aterroriza causar molestias a los demás”
“Llamar la atención me parece bochornoso”
“Hay que aceptar con resignación que a uno le critiquen”
“La gente se aprovecha de mí y no puedo hacer nada por evitarlo”
“No me tienen en cuenta porque soy demasiado buena persona”
“Es mejor callarse que crear un posible conflicto”
“Si a alguien le caigo mal debo hacer lo posible por caerle bien; el rechazo es extremadamente doloroso”
Las personas que se comportan con ofensas, acusando, con insultos, gritos o amenazas, con comentarios rencorosos o humillantes, utilizando la ironía, la burla o el sarcasmo suelen pensar de esta manera:
“Tengo derecho a decirle a los demás lo que pienso de ellos aunque les duela, ese no es mi problema”
“Tengo que hacer valer mis derechos le pese a quien le pese”
“Si no estoy alerta los demás me pisotearán”
“No se puede confiar en la gente”
“Mis subordinados tienen que aguantarse si les grito o les digo algo negativo sobre ellos en púbico, para eso soy quien manda”
“Las personas que me hacen sentir mal merecen su castigo y si se burlan de mí lo van a pagar”
“Si tengo que gritar para que me obedezcan lo haré”
“Si alguien me busca, me encontrará”
“Uno tiene que hacer todo lo que esté en su mano por que las personas le respeten”
“Hay que defenderse de las críticas a toda costa”
Sin embargo, las personas que se expresan comunicando sus opiniones sin la intención honesta de herir a los demás, expresando sus deseos o sus necesidades, haciéndose cargo de lo que sienten, sin sentimiento de culpa, respetándose a sí mismas, sin juzgar a los demás y confiando en que el diálogo puede llevar a una solución de “Win-Win” (yo gano-tú ganas) suelen tener este tipo de pensamientos:
“Hay veces que tendré que decir que no a algunas peticiones y no tengo que sentirme culpable por ello”
“Tengo derecho a pedir un favor y aceptaré que los demás también tienen derecho a no concedérmelo”
“Si no me apetece hablar durante un tiempo se lo comunicaré a la otra persona para que me permita este tiempo sin que se sienta castigada”
“Si me atacan tengo derecho a defenderme pero no es necesario que emplee todas mis fuerzas en librarme de una crítica a toda costa”
“No siempre tendré la razón y a veces puedo equivocarme al hacer una interpretación”
“Tengo que mirar por mis intereses sin acusar a los demás de satisfacer los suyos”
“Tengo derecho a cambiar, a equivocarme y a no exigirme ser una persona perfecta”
“Tengo derecho a expresar lo que pienso o siento si lo hago desde el respeto a lo que piensan o sienten los demás”
Yurena Rodríguez.
Psicóloga.