top of page
  • Foto del escritorYurena Rodríguez

Usar el pasado como trampolín, no como sofá


Esta frase que alguien, sabia e ingeniosamente, dijo alguna vez hace referencia a una de las decisiones más importantes cuando hemos pasado por alguna situación adversa y, tras ella, tenemos que decidir quién y cómo ser en la vida: vencedor o vencido. Habla de una actitud activa sobre cómo queremos vivir: sufriendo eternamente nuestros problemas o generando soluciones.

Sí, es cierto que el pasado nos influye, mucho, pero no nos determina. Si fuera así, ¿cómo explicaríamos la vida de Viktor Frankl, Stephen Hawking, Lizzie Velásquez o Malala Yousafzai?

Si estas personas han dado muestras de resiliencia (capacidad para superar las adversidades), quiere decir que existen maneras de pensar y de comportarse alternativas a las de quedar lamentándose y, por tanto, estas conductas podemos observarlas e imitarlas.

En general, la tristeza se asocia con quedarnos anclados en nuestro pasado o en lo gris que vemos el futuro. La tristeza no es mala si la sentimos en ocasiones como respuesta a una situación que la genera de forma natural (una pérdida de pareja, un fallecimiento, un fracaso puntual). Pero es destructiva cuando la dejamos habitar en nosotros más tiempo del necesario y cuando se manifiesta con intensidad. Aquí hay que actuar.

Usar el pasado como trampolín.

Hay quienes usan los fracasos para confirmar una imagen que se han creado de sí mismos o para justificar el no volverlo a intentar, escudándose en lo seguro. Pero lo único seguro es que no intentándolo, no se consigue nada.

Otros, sin embargo, aprovechan un despido para darse las vacaciones de su vida o para crear una exitosa empresa, o no exitosa (pero siguen adelante, crean, aprenden, se equivocan y siguen aprendiendo y siguen creando…) Mientras unos se lamentan de la tormenta, otros la aprovechan para crear reservas de agua. Mientras unos repudian los desechos, otros los usan para hacer crecer hermosos árboles. Cuando unos se quejan del viento, otros practican windsurf.

A veces pensamos que los fastidios de terceros nos arruinan la vida, pero con voluntad y un poco de ayuda hay quienes deciden dar un cambio a su vida, dirigir sus hilos y enfocarse en su meta. Y cuando lo consiguen dicen: “gracias por darme el coraje para ser lo que ahora soy"

La decisión de usar la adversidad como trampolín es lo que marca la diferencia en muchos triunfos.

Quejándonos conseguimos dos cosas: quedarnos en el mismo sitio y ahuyentar o mantener alejados a los demás. No nos favorece ni a nosotros ni al resto. Me refiero a las quejas que giran en torno a lo que no depende de nosotros, a lo que es así y punto y poco o nada podemos hacer por cambiar, más que aceptar (que ya es mucho).

Para convertir las experiencias negativas en oportunidades de crecimiento podemos:

  • Mantener la esperanza en que las cosas pueden cambiar.

  • Corregir ese diálogo interior negativo que nos dice que nada podemos hacer o que no seremos capaces de conseguirlo.

  • Interpretar de forma flexible los fracasos.

  • Empezar a vivir de forma más saludable y consciente con lo que hacemos.

  • Hacer una lista de los recursos y fortalezas que tenemos y de las veces en las que hemos conseguido algo que ha dependido de nosotros.

  • Tomar consciencia de las pequeñas cosas y momentos valiosos que se nos presentan cada día.

  • Respetarnos, poner límites y decir más noes (con amabilidad) a lo que no nos apetece o no nos conviene.

  • Visualizarnos consiguiendo nuestra meta y los pasos que daremos para ello.

  • Aprender a reírnos de nosotros mismos.

  • Mantener contacto con personas saludables emocionalmente.

  • Ser honestos con nosotros mismos y con los demás.

Yurena Rodríguez.

Psicóloga

bottom of page